caracol hablaba con expresión tierna.
El paisaje era muy acogedor. A pesar de que todo estaba cambiado de escala no resultaba desconcertante. Por un lado, una piedra enorme, algo no tan extraño si no fuera porque a su lado había otra exactamente igual, idéntica, pero tan pequeñita como un botón de los del babi del cole de Lisecla. Por otro, una flor grande, otra más pequeña por allí. Cualquiera diría que los pequeños imitaban a los mayores con total exactitud. Y lo mejor, no parecía importarles ni a unos ni a otros. El resultado no parecía malo, la verdad.
La chiquilla subió, se acomodó como pudo, no es muy común subir a un caracol para dar una vuelta y el animalillo echó a andar, no tan lento como esperaba ella.